El láser frío funciona utilizando longitudes de onda de luz específicas para interactuar con el tejido y se cree que ayuda a acelerar el proceso de curación. Puede usarse en pacientes que padecen una variedad de afecciones agudas y crónicas para ayudar a reducir el dolor, la hinchazón, reducir los espasmos y aumentar la funcionalidad.
El láser se coloca directamente sobre el área lesionada durante 30 segundos a varios minutos, según el tamaño del área a tratar y la dosis proporcionada por la unidad de láser frío.
Durante este tiempo, los fotones de luz no térmicos que emite el láser pasan a través de las capas de la piel (la dermis, la epidermis y el tejido subcutáneo o tejido adiposo debajo de la piel).
Una vez que la energía luminosa pasa a través de las capas de la piel y llega al área objetivo, se absorbe e interactúa con los elementos sensibles a la luz en la célula. Este proceso se puede comparar con la fotosíntesis en las plantas: las plantas absorben la luz solar, que luego se convierte en energía utilizable para que la planta pueda crecer.
Cuando las células absorben esta energía luminosa, se inicia una serie de eventos en la célula que, según la teoría, eventualmente resultan en la normalización del tejido dañado o lesionado, una reducción del dolor, la inflamación, el edema y una reducción general del tiempo de curación al aumentar el metabolismo intracelular. [1,2]
Referencias:
- Martin R. Inflamación/reducción del dolor y curación aceleradas por láser. Manejo práctico del dolor. Noviembre/diciembre de 2003 3(6):20-25.
- Marovino T. Láseres fríos en el tratamiento del dolor. Manejo práctico del dolor. Septiembre/octubre de 2004. 4(6):37-42.